Ya no quedan armenios cristianos en Nagorno-Karabaj, un histórico enclave abandonado a su suerte por Europa, Rusia y Estados Unidos.
La presencia cristiana en la región ha dejado de existir
El líder de la autodenominada República de Artsaj -el nombre armenio del Nagorno Karabaj-, Samuel Shahramanian, dijo el jueves pasado que la misma dejará de existir el próximo año. Shahramanian firmó una orden que disuelve todas las instituciones estatales a partir del 1 de enero.
Tras 32 años de existencia, iniciada con la desintegración de la Unión Soviética en 1991, los armenios de Artsaj se han rendido tras ataques masivos de la artillería y aviación azeríes, que han provocado unos 200 muertos y 400 heridos, y el territorio de Nagorno Karabaj se integrará a Azerbaiyán.
El ex-Primer Ministro de la República, Ruben Vardanián, ha sido detenido y llevado a Bakú por las autoridades azeríes cuando intentaba entrar a territorio armenio.
Nazeli Baghdasaryan, portavoz del Gobierno armenio, informó que el número de refugiados que han cruzado la frontera armenia es de 100.417, de una población estimada en el territorio rendido de 120.000 personas.
Ello coincide con las estimaciones de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), que ha alertado que muchas de ellas «están hambrientas, agotadas y necesitan asistencia inmediata«.
Refugiados armenios huyen en dirección a Erevan
Confusión generalizada propiciada por los medios occidentales
Desde la inmensa mayoría de medios de comunicación occidentales se intenta ilustrar a los lectores con largas explicaciones acerca de las actuaciones recientes de unos y otros, las mayorías étnicas, las coyunturas económicas, los momentáneos intereses políticos de los actores involucrados, etc.
Nada de esto aclara ni lo más mínimo sobre el origen de la situación, ni sobre cuál debería ser la postura natural de cualquier español, o europeo, al respecto. Se omiten sistemáticamente las referencias a las causas obvias del problema y se abunda en razones accesorias y circunstanciales.
La realidad de Artsaj/Nagorno Karabaj
El nombre de Artsaj, Arzach o Artsakh (en armenio: Արցախ) se origina en la Antigüedad, refiriéndose ya Estrabón a la región como Orjistene. Deriva igualmente del rey Artaxias I de Armenia (190–159 a. C.) y tuvo vigencia durante el Reino de Artsaj, que se mantuvo durante tres siglos en la región (s. XI- XIII).
El término ruso-turco Nagorno Karabaj, empleado por la prensa, es de origen moderno. Significa «territorio elevado» y «jardín negro».
La región abandonada es un territorio muy montañoso de 4.400 km2 unido a Armenia por sólo una vía importante de comunicación sin riquezas naturales destacables. Su capital es Stepanakert, que tenía hasta ahora una población de 55.000 personas. Su patrimonio histórico y cultural es en su gran mayoría íntegramente cristiano.
Monasterio de Gandzasar
La Catedral de Ghazanchetots o el Monasterio de Gandzasar son algunas de las joyas del patrimonio arquitectónico de la región, que testifican la presencia cristiana en el lugar.
Catedral de Ghazanchetots
Las verdaderas causas del problema
Los orígenes del cristianismo en Armenia se remontan a los apóstoles Bartolomé y Judas Tadeo en el siglo I. La Iglesia Apostólica Armenia se fundó en el año 301 d.C., dirigida por un patriarca supremo, conocido como el Catholicós de Todos los Armenios.
Armenia fue el primer estado en adoptar el cristianismo como religión oficial, lo que ocurrió bajo el reinado del rey Tiridates III (287-330 AD), que se convirtió al cristianismo por obra de San Gregorio el Iluminador (Գրիգոր Լուսաւորիչ, Grigor Lusavorich), quien se considera el santo patrón de la Iglesia Armenia.
Incluso el alfabeto armenio fue creado por un santo, San Mesrop Mashtots en el 405 d. C., principalmente para la traducción de la Biblia al armenio. Se dice que la siguiente frase traducida del Libro de los Proverbios es la primera frase en lengua armenia:
Ճանաչել զիմաստութիւն եւ զխրատ, իմանալ զբանս հանճարոյ:
Čanačʿel zimastutʿiun yev zxrat, imanal zbans hančaroy.
Conocer sabiduría e instrucción; para percibir las palabras de entendimiento.
Armenia quedó dividida entre el Imperio Bizantino y el Imperio persa desde el 428 DC. Los armenios, sumidos en rebeliones permanentes contra los persas, acabaron adoptando el monofisismo, pero a pesar de ello, se mantuvieron durante siglos como parte esencial del Imperio Bizantino, pues los Emperadores Heraclio, Basilio I, Juan Tzimisces o Nicéforo II, y grandes contingentes del Ejército imperial fueron armenios.
Son innumerables las batallas que libraron los armenios a lo largo de los siglos en defensa del Imperio Romano de Oriente y del lado de los cruzados occidentales, constituyendo una línea defensiva decisiva ante las sucesivas oleadas persas, turcas seleúcidas, mongoles y mamelucas, que llegó a las puertas de Antioquía en el siglo XI con el Reino Armenio de Cilicia.
La derrota definitiva de Bizancio en 1453 disolvió a los armenios, que quedaron desperdigados a lo largo de todo el Imperio Otomano, y que sólo despertaron con la decadencia política otomana a finales del siglo XIX.
El siglo XX
En ese momento empezaron a sufrir las represiones que desembocaron en el genocidio armenio de 1915-1917, que acabó con la vida de dos millones de personas a causa de deportaciones masivas y reclusiones en campos de concentración, mientras Turquía formaba parte del Eje en la I Guerra Mundial.
La derrota turca en el conflicto internacional propició la formación de la moderna República de Armenia en 1918, cuyas fronteras trataron de fijarse en el Tratado de Sèvres de 1920, que provocó la violenta ofensiva de Atatürk contra la joven República de Armenia.
A consecuencia de ella, Armenia perdió el 50% de su territorio, la renuncia a los territorios reconocidos en Sèvres, y el desarme de su Ejército. El Ejército soviético entró al mismo tiempo en Ereván y la efímera República de Armenia se derrumbó.
En 1923 los soviéticos entregaron el control de Nagorno Karabaj a autoridades azerbaiyanas, que se conformó como óblast autónomo dentro de la entonces República Soviética de Azerbaiyán.
Es más que obvio que cualquier europeo debería estar del lado de los armenios. En lugar de eso, proliferan las explicaciones parciales y confusas que omiten la referencia a los antecedentes y los aspectos esenciales del problema.
Los acontecimientos recientes
El 10 de diciembre de 1991, tras el derrumbe de la Unión Soviética, la República de Artsaj (Nagorno Karabaj) proclamó su independencia amparada en el derecho a la autodeterminación de los pueblos que le concedía la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
A pesar de que el 90% de la población de Artsaj era armenia cristiana de raza y lengua, se evitó la integración directa de la región en Armenia para evitar excitar la hostilidad de Azerbaiyán, por lo que este enclave permaneció independiente de ambos Estados.
El Estado de Azerbaiyán, cada vez más rico y mejor armado por sus grandes reservas de gas y con creciente apoyo de China, ha negado sistemáticamente la existencia misma de la República de Artsaj, y ataca permanente al pueblo armenio, con la complicidad de Turquía, miembro de la OTAN, e Israel.
La superioridad de su economía, con sus 10 millones de habitantes frente a los 2,7 millones de la República de Armenia, y los 120.000 de la República de Artsaj, es incuestionable, y su preponderancia militar cada vez más evidente.
El Gobierno de la República de Artsaj ha estado pidiendo ser reconocido oficialmente para detener el creciente empuje militar azerí, ante la completa indiferencia de la comunidad internacional.
«Llamamos a la comunidad internacional a reconocer la independencia de la República de Artsaj con el fin de garantizar el derecho de los ciudadanos a la vida y el desarrollo pacífico», dijeron en 2020 las autoridades de Artsaj ante la ofensiva militar de Azerbaiyán, cuando le fue arrancada la tercera parte de su territorio.
Desde el pasado 12 de diciembre de 2022 Azerbaiyán ha estado manteniendo un bloqueo criminal sobre el corredor de Lachín -única ruta que une la República de Artsaj con Armenia y con el resto mundo-, impidiendo el paso de alimentos, medicamentos, productos para bebés, para la higiene, gas natural, generando una crisis humanitaria sin precedentes, que ha desembocado en la presente situación.
Hace sólo seis meses el Presidente armenio aseguraba que habría un tratado de paz entre Artsaj y Azerbaiyan, pero nada más lejos de las intenciones azerbaiyanas.
Largas colas de refugiados armenios que huyen de Artsaj por el corredor de Lachín en dirección a Armenia. EFE.
Reconocimientos internacionales
Lo paradójico del caso es que, a pesar de que en Artsaj/Nagorno-Karabaj no existe presencia azerí apreciable, como testimonian los innumerables viajeros que de forma objetiva han narrado lo que han visto y oído tras su paso por la región, la ONU y los organismos internacionales se han negado sistemáticamente a reconocer a la República de Artsaj, favoreciendo progresivamente las reivindicaciones azeríes.
Y es ahora, tras 30 años de inactividad y una vez que la región ha sido desalojada por la presión militar, cuando la ONU envía por primera vez una misión internacional a la región.
El cambio de posición internacional de Armenia
Armenia se inclinó a Occidente a raíz del reciente conflicto Rusia-Ucrania, despreciando sus históricas relaciones fraternas con Rusia, cuya inmovilidad ante la limpieza étnica perpetrada es consecuencia directa de lo primero, lo que le ha granjeado duras críticas de Armenia.
A pesar de que Armenia sigue siendo miembro de la alianza militar Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) de seis antiguos Estados soviéticos, y de que hay una base militar rusa en suelo armenio, Rusia no ha movido un dedo ante la presente situación, a pesar de las estériles reuniones diplomáticas convocadas.
El Canciller de Armenia, Ararat Mirzoián, comentó haber hablado con el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, sobre la necesidad de una intervención internacional urgente en Nagorno Karabaj: «Durante la conversación con Blinken insistí en la necesidad de una intervención internacional urgente para detener la agresión a gran escala de Azerbaiyán contra Karabaj», publicó Mirzoián.
Occidente tampoco hace nada por ayudar al histórico estado cristiano debido a que compra 8.000 millones de metros cúbicos anuales de gas azeríes, sobre todo después del embargo económico aplicado contra las exportaciones energéticas de Rusia.
El papel de España
España ha tenido un papel circunstancial en la situación, pues en la Conferencia ministerial de la OSCE celebrada en Madrid en noviembre de 2007 se adoptaron los denominados Principios de Madrid a partir de una versión revisada del acuerdo de paz presentado por Francia, Rusia y los Estados Unidos.
Estos acuerdos implicaban la consolidación de la presencia militar azerí en torno al territorio, al tiempo que se preveía la realización de un referéndum sobre su destino y una operación militar de mantenimiento de la paz.
La realidad es que se ha procurado más bien favorecer la posición de Azerbaiyán sobre la región, la salida del Ejército armenio del país y el abandono a su suerte a los habitantes armenios de la región.
El próximo día 5 de octubre el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinian y el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, mantendrán un encuentro en Granada, dentro del marco de la reunión de la Comunidad Política Europea que se celebrará en la ciudad.
En la cita también estarán presentes el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el canciller alemán, Olaf Scholz, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, según recoge la Radio Pública de Armenia.
Podremos ver entonces si la actuación errática y la colaboración cómplice de las potencias occidentales que han ido provocando la disminución de la presencia cristiana en Oriente, progresivamente más encerrada en fronteras cada vez más estrechas en detrimento de las alianzas y pactos con las potencias musulmanas, continúa invariable o atempera su olvido con respecto a la región.
Estas actitudes recuerdan a las acontecidas en otros enclaves con circunstancias similares, como el Líbano, o el Kosovo, y no son ajenas a situaciones políticamente mucho más familiares a España, como las plazas de soberanía del norte de África, en las que no se vislumbra un futuro muy diferente al acaecido en la región de Artsaj.